Todo ariqueño alguna vez en su vida habrá visitado el Humedal de la desembocadura del Río Lluta. Es un preciado lugar obligado para todo ciudadano o turista que visite la ciudad. La majestuosidad de las aves y sus vuelos interminables hacen de la contemplación de esta naturaleza, un espectáculo sin precedentes que impresiona y emociona hasta el alma más insensible. El humedal es un vasto terreno de 30,64 ha de superficie, aproximadamente, (según consta en plano del Consejo de Monumentos Nacionales, 2009), declarado como “Santuario de la Naturaleza” mediante el Decreto N° 106. Además, “la quebrada del Río Lluta y su desembocadura están clasificadas en el Libro Rojo de los Sitios Prioritarios para la Conservación de la Diversidad Biológica en Chile”.
Es uno de los lugares emblemáticos de Arica, de carácter natural y relevancia ecológica medioambiental. La relevancia de este humedal costero para la ciudad, además de regular el microclima, es abastecer del elemento vital a tantas especies que conforman un ecosistema que se autoregula y se conserva por siglos. Es un lugar obligado para el descanso para cientos de especies de aves que durante todo el año migran y recorren las costas del Océano Pacífico, en busca de alimento, siguiendo la pista del buen clima y un lugar apto para reproducirse y anidar a las nuevas generaciones. También conviven allí especies estacionarias que se avistan todo el año. Al momento de la declaración como “Santuario de la Naturaleza”, se habían identificado 130 especies distintas de aves. Posteriormente, conforme al tiempo, se han ido añadiendo nuevas especies fotografiadas por aficionados y amantes de este pasatiempo para muchos, y pasión para otros, que es la observación y la contribución en la identificación de aves migrantes que reaparecen o se pierden por periodos.
Lo fascinante de este maravilloso ecosistema es que conviven todas estas especies avifaunísticas, junto a otras especies de animales que rondan y dan vida a este territorio abundante de arbustos y una rica flora que los alimenta, les da albergue y cobijo, para así, preservar la especie de nuevas generaciones. Un sistema que solo la naturaleza y los humedales autosustentan, sin la innecesaria intervención humana, que se presenta como la única y más directa amenaza a este, dada la creciente urbanización aledaña y más próxima a este “Patrimonio Natural de la Humanidad”.
He de esperar que la mano del hombre no interfiera en lo que la Madre Tierra nos ha legado naturalmente, desde siglos, desde nuestros ancestros, y que la racionalidad, por sobre todo, nos procure preservarla eternamente.