Desde hace años viene aconteciendo y se ha acrecentado un hecho innegable para el país, que ha sido y que aún lo es, algo preocupante, pero que depende del punto de vista cómo se mire o se analice. Si bien, Arica es una ciudad relativamente pequeña en comparación a otras como Antofagasta, La Serena, Coquimbo o Santiago, su población se mantuvo en bajo perfil y vivió en una aparente tranquilidad hasta hace un tiempo, en que no solo a nivel nacional, sino globalmente, la migración en masa tanto en Europa como en América, y el cono sur no ha sido la excepción, han estado en movimiento y en rotación constante. Y sabemos a lo que eso conlleva, independiente de los “porqué”; habrá fracturas y grietas sociales que se generarán de manera natural, produciendo desequilibrio en diversos sentidos, para bien o para mal.
“La Puerta Norte” del país, ha sido testigo de estos cambios sociales que han afectado a países vecinos y otros más lejanos, como los haitianos, que han arribado a estas tierras en busca de un mejor porvenir. Los motivos, opiniones o críticas se desvanecen cuando observamos con tristeza las consecuencias para cualquier ser humano verse en la obligación de abandonar su casa, su tierra, su entorno familiar consanguíneo, y más aún, su país, en el que vivió hasta entonces. Pero si lo consideramos, peor aún, lo es para un niño sufrir en carne propia lo que nunca debieran vivir, cambios radicales como estos que marcan su vida para siempre, si ya es difícil para sus progenitores. Como sea, los niños son el futuro de cualquier sociedad y merecen ser tratados con el mejor respeto y toda la dignidad que merece un ser humano. Allí debiéramos centrar la preocupación y el bienestar emocional y material, en ellos.
Analizando la situación país, y dejando de lado lo político y lo económico, podemos sacar algo positivo de toda esta crisis migratoria y pensar más bien, en que toda esta mezcla o fusión de culturas y realidades distintas, indiscutiblemente germinarán en un nuevo ciudadano local con distintas propiedades culturales, sociales y humanas, con una mirada hacia el futuro de Arica. Y sabiendo que de todos depende que contribuyamos a ello, siendo mejores padres, mejores vecinos, mejores ciudadanos, y que seamos capaces de encontrar un equilibrio semejante en la convivencia y en el desarrollo de nuestros hijos, pensando en que ellos serán nuestro futuro y de ellos dependerá la preservación de esta ciudad y de esta región que tanto amamos.
¿Que cómo se logra?, pues, sencillo, olvidando nuestras diferencias y volviendo a conectar con nuestro “niño interior”, razonando como ellos, con la inocencia y la sinceridad innata con que todos nacemos. Pensando como ellos, como lo fuimos alguna vez y siendo empáticos con su realidad, tal como si fuésemos nosotros mismos quienes tuvieran que vivir las consecuencias de algo que no entendemos ni somos causantes. La migración puede ser un azar que puede tocarle a cualquiera en su vida, es más, gracias a la migración el mundo se ha poblado.