
Desde hace unos años ya, se viene replicando en nuestra región un clima algo menos templado y más frío en esta estación de invierno. Cada año, pareciera ser que disminuye la temperatura a bastantes grados menos, que el anterior; a pesar, de estar ubicados en una zona privilegiada y relativamente equilibrada, y considerando su desértica característica.
Pese a esto, sus playas siguen siendo visitadas con regularidad, aptas para el deporte y la ejercitación de sus adeptos. Ni siquiera el frío amanecer de algunos repetidos días de la semana, quitan las ganas y la voluntad de visitarlas, de surfear sus olas ni de echarse un chapuzón a cualquier hora. Y eso que las heladas mañanas parecieran congelar sus aguas, a este mar divino que nos baña todo el año, entre junio y agosto. Aún así, la naturaleza de algunos les insta a afrontar estas condiciones, adversas para otros, sin mayor problema.
Pero este clima frío de invierno, con madrugadas, mañanas o tardes heladas en estos meses, se va haciendo una costumbre entre sus habitantes, pues, nos adaptamos con rapidez a este clima cambiante y cíclico, ancestralmente sabido. Nada que una bufanda, un chullo (gorro de lana de alpaco, tradicional andino) o una buena chaleca o chaleco, no pueda contrarrestar. El frío nos acerca, dicen por allí, y quizás algo de razón tenga esa frase, ya que, necesitamos acercarnos, abrazarnos y abrigarnos, unirnos como humanidad para generar ese calor humano tan primordial, que nos ayude a empatizar y a lograr superar tempestades y tormentas, diluvios y climas extremos, en toda latitud del planeta.
Tal vez, vaya siendo tiempo de aceptar esta nueva realidad, que sorprende cada año a generaciones que jamás vieron o experimentaron un invierno tal, en esta ciudad de Arica, y sea hora de que nos vayamos preparando para inviernos cada vez más crudos, teniendo en cuenta que existe desde hace mucho, tecnología para modificar el clima. Y si así fuere, todo pareciera indicar que se les ha ido de las manos el control y la experimentación a nivel global.