Después de un largo periodo que parecía inacabable, decreció la preocupación y se logró estabilizar un problema que atañó a todos globalmente. Sin duda, estos años serán recordados como uno los peores en la historia humana, por todo lo significó y la honda huella que marcó para millones en el mundo.
Lo que nadie podrá negar será “el antes y el después” que ocurrió con esta contingencia sanitaria vivida. Las razones, las decisiones, las culpas y lamentables bajas serán tema de debates posteriores hasta que exista conformidad y se aclaren algún día. Pero en lo relativo a nosotros como humanidad, hemos cambiado radicalmente en muchos aspectos, el pensamiento, la mirada, la vida ya no es la misma, casi se podría oler ese aroma colectivo que desprende una gran parte de la sociedad que va en una dirección disidente de lo anteriormente aceptado o asumido como deber civil; el seguir una ideología política, partidos políticos y cuanta organización imaginemos. Esto podría tomarse como la manifestación de un ‘efecto secundario’, resultado de este shock global que nos remeció tan profundo internamente, y que a lo mejor, en el inconsciente colectivo esté aflorando esa inminente necesidad de sobrevivencia del ser humano, desligándose de todo lo que pueda atarle a esas esferas de poder a las que siente que no pertenece ni le placen, socialmente. Puede ser que el ser humano por fin esté ‘mutando’ en un ser más consciente y evolucionado.
Puede ser que una buena parte de los seres humanos estén cansados y hartos de seguir esperando a que un sistema político y económico solucionen la situación país o las dificultades más próximas y a corto plazo. Quizás el sistema ya no está a la altura de estos tiempos ni va acorde a los mínimos requerimientos sociales que espera le gente común, la gente de a pie, aquella que sostiene justamente ese sistema viejo y anticuado. Tal vez la gente está doblemente decepcionada después de todo lo que tuvo que soportar en estos últimos años terribles, y sumado a ese desgaste, la paciencia ya no le alcanza para seguir esperando que uno u otro gobierno cumpla sus falsas promesas itinerantes de prosperidad y de aparente generosidad.
Después de lo experimentado en carne propia, y el precio que pagó por ello, creo que todos perdimos algo de fe en las instituciones y sus propios errores que van en contra del sentido común y el beneficio real de las personas. Si no se avistan cambios en el horizonte más inmediato, lo más probable es que este porcentaje de “disidencia social” siga acrecentando su volumen y se alce como una potencial fuerza que determine esta necesaria y urgente “actualización” del sistema de vida actual, en pos de toda la humanidad y un favorable porvenir.
Sumando y restando, las cuentas claras y esperable siempre que sean a favor.