Se tiene conocimiento de que las “ferias itinerantes” existen de antaño en esta zona, posiblemente desde tiempos prehispánicos. Ya en un pasado más cercano, algunos feriantes se movilizaron siempre recorriendo los pueblos andinos, exponiendo, truequeando y vendiendo sus productos artesanales, junto a sus preciados telares característicos, típicos de su idiosincracia. Así, la economía de la región prosperó y se autoreguló sin más intervención que la de sus habitantes y sus familias; artesanos, labriegos, agricultores, cazadores, pescadores, criadores de animales, y otros protagonistas de la época fueron los que contribuyeron al mercado libre y directo con el consumidor.
Hoy en día, las ferias itinerantes son un oficio cotidiano que persisten en el quehacer de los ciudadanos, son tan necesarias como los alimentos mismos que compramos en ellas para consumir. Son de una variedad ilimitada de productos y se puede encontrar lo que sea, según sea el caso y la necesidad.
Datos a considerar, son el aporte que generan en la economía de la ciudad, en beneficio de los consumidores que hallan aquí más opciones y más variedad para equiparar precios con los grandes mercados y la usura. También, otro muy relevante, es el empleo que originan a partir de este proceso comercial que llevan a cabo, en el que muchos realizan esta actividad apoyados con sus familiares o asistidos por terceros, jóvenes o adultos de quienes se valen para sus negocios. En este oficio existe una realidad de esfuerzo y sacrificio detrás, invisible muchas veces, que oculta problemas o necesidades más grandes que la que demuestran con su afable atención y hasta una sonrisa de agradecimiento que acerca a su clientela, con empatía e invitación instintiva como “propina”.
Cualquier feria itinerante cumple una función en directa relación con la población a la que se vincula, ejerciendo comunicación más allá de lo meramente comercial, hay sociabilidad, intercambio cultural, información, conocimiento y una riqueza humana que se gesta en este lazo entre los feriantes y los consumidores habituales. Son parte esencial de una comunidad.
Para los feriantes que no lo saben, el 5 de enero de 2022, se publicó la Ley 21.406, que “Declara el primer lunes de octubre de cada año como el Día Nacional del Feriante”. Tomando como referencia los lunes que son días de descanso habitual de los trabajadores de ese gremio. Porque además se lo merecen, por todo el sacrificio que significa ser parte integrante de estas Ferias Itinerantes.